Rusalka. Komische Oper. 18-11-11 Mi primer acercamiento a esta obra de Dvorak: la he encontrado de una gran belleza melancólica, una música lánguida que me ha recordado mucho más a Wagner que a la música checa, un cuento brutal sobre el amor que solo conduce a la muerte y el sufrimiento. Disfruté mucho de la orquesta de la Komische, aunque al no conocer previamente la partitura, no puedo dar detalles respecto a la dirección musical de
Mihkel Kütson.
Una historia de humillación y muerte por amor: eso es lo que retrata la dirección escénica de
Barrie Kosky. Con una escenografía que no es más que una continuación del teatro, los personajes abandonan el mundo de los cuentos y se sitúan en la misma Komische Oper, un mundo en el que la brutalidad del cuento no pasa desapercibida y te hace olvidar del "Solo es un cuento". La puesta gira en torno a la destrucción de Rusalka: su primera aparición arrastrándose con su cola de sirena por el suelo, la impactante extirpación de espina dorsal durante la transformación en humana, con serrucho incluido, la "pesca", con su boca atrapada por un enorme y repulsivo anzuelo, o la escena en que le arrancan el pelo a mechones, destruyendo su belleza. Ella, Rusalka, se muestra coqueta al principio, pero existe algo indómito en su naturaleza, algo repulsivo (esa memorable manera de mover los dedos*) y obsesivo que acaba con ella. No es Jezibaba quien al destruye, sino ella misma, voluntariamente, muerde el anzuelo. El trágico final es inevitable: pálida de muerte, solo puede matar a quien ama.
No es, por supuesto, una regie para todos los gustos. Hubo detalles rondando en lo
kitsch, como la danza de las muertes, y seguro que muchos la encontrarán desagradable por su violencia. Pero yo la encontré sobrecogedora y violenta, turbadora y fea, como la vida. Salí muy impresionado.
Respecto a los cantantes, un nivel entre medio-alto y medio-bajo, nada para tirar cohetes, pero nada que impidiera el disfrute de la función. En priemr lugar, destacar a la protagonista,
Asmik Grigorian que con una voz de lírica-ligera bella, si bien poco memorable, compuso una Rusalka sensible y doliente. Pero su gran momento, el Canto a la Luna, pasó casi desapercibido. La voz carecía de la entidad suficiente para el papel (sobre todo el grave, completamente desconectado del resto de registro), pero cantó con inteligencia y honestidad, y el resultado final
fue apreciable. Por calidad de medios, destaca sin duda
Agnes Zwierko, Jezibaba, una de esas voces de mezzo oscuras y potentes, sobrada tanto por arriba como por abajo, aunque manejada de una forma poco elegante. Un escalón por debajo, aunque también con una voz interesante, la princesa extranjera de
Barbara Schneider-Hofstetter (que además lucía un kimonio maravilloso). Muy aplaudido el Hombre del Agua de
Jens Larsen, voz de barítono wagneriano, potente y manejada con autoridad aunque no excesivamente bella. Bastante peor el Príncipe,
Jeffrey Dowd, que con un agudo leñoso y bastante incontrolado, luchó como pudo contra el dificilísimo papel. Entre los secundarios, excelentes (lo mejor de la noche vocalmente) las tres elfas, en particular la soprano. Voces bellas, bien timbradas y empastadas. También muy apreciable el cazador,
Matthias Siddhartha Otto voz bella de tenor ligero. En el lado negativo, un joven de cocina inaudible (y eso que yo staba en primera fila) y un guarda caricaturesco.
En resumen, una noche de ópera muy disfrutable, una gran forma de descubrir esta bellísimo y turbador cuento de Dvorak.
*Y digo memorable porque a la salida vi a varias personas haciéndolo