Le aseguro que hacía mucho que una función no salía tan redonda en todos los sentidos. El domingo pasado, el Liceu estaba bastante lleno, también en los pisos altos y la orquesta sonó espléndida desde el principio, nítida, diferenciando planos... Seguramente, la mejor dirección de Pons en años y la mejor en tiempo de cualquier director en el teatro. El coro, a pesar de las mascarillas, espléndido, tanto en las voces como en la actuación, con un complemento magnífico en el coro infantil de Amics de la Unió de Granollers y un momento sublime cuando este canta desde el pasillo del quinto piso, donde se había instalado un órgano, llegando entonces el sonido del coro celestial desde arriba, unido al del coro y la orquesta abajo. Como además, coincide con el último poema de Owen, cuando se encuentran Goerne y Padmore y le dice "Yo soy aquel que tú mataste", perfectamente interpretada con un susurro de voz, el conjunto de estas últimas escenas fue conmovedor, impactante, casi trastornador. Entiendo que Britten pidiera que, al acabar, no se aplaudiera: te queda el ánimo suspendido y da que pensar tanto...
Los solistas, los tres, absolutamente de primera. Goerne, a pesar de los agoreros, proyecta excelentemente la voz y se oye sin problemas en los pisos altos, como Pardmore y Pavlovskaja. Muy buen fraseo y dicción, muy buena intepretación en escena de los tres y mucha intención y musicalidad en cada uno de ellos.
Y la escena, efectivamente, muy adecuada. No molesta ni distrae (si nos ponemos puristas, sí, claro: no tendría que haber nada, solo la música), refuerza lo que se transmite con la música y da una lectura complementaria sin nada fuera de lugar, efectiva que no efectista, que contribuye a que ese mensaje durísimo, tristísimo y no sé hasta que punto esperanzador o deseseperanzador llegue al público.
Lo dicho: una función memorable que, probablemente, supera la soberbia interpretación que habían hecho de esta obra (sin escenificar) en 2010, dirigida por Boder y con Anja Kampe, Ian Bostridge y Peter Mattei.
Como además, venía después de un espléndido Orpheus de Telemann, el fin de semana fue de aúpa. Esta obra, semiescenificada, tiene sus más y sus menos, pero hay que reconocer que a partir del segundo acto (en el Liceu, de la segunda parte de la primera parte, ya que se hizo la pausa en medio de este segundo acto), tiene una música de muchos quilates y algunas escenas excelentes. Un estilo muy diferente al italiano o al francés, está más cercano a los oratorios alemanes (del mismo Telemann o de Bach) en la forma de abordar los recitados y las arias, combinado con una teatralidad que puede recordar algo a Haendel pero que es claramente diferente tanto en la vocalidad como en la orquestación. La interpretación, muy homogénea en calidad, aun destacando algunas voces, especialmente las graves (Orfeo, Plutón...) y la soprano protagonista. Muy interesante propuesta, también. Y emotiva la felicitación a Jacobs al final, que no sé si esperaría... (supongo que era por iniciativa de los miembros de la orquesta y el coro).
En fin, que no tenemos que ser tan agoreros ni estar cerrados, de entrada, a propuestas "poco clásicas", que luego nos podemos arrepentir de habérnoslas perdido. Esta vez, valía la pena arriesgarse (aunque tampoco había mucho riesgo con esos autores y esos nombres en el reparto).
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