Efectivamente, ha sido una gran noche con final espectacular, a pesar de que creo que ha recortado una estrofa en el última aria, la de Bajazel. Con las dos propinas lo ha compensado.
Me ha parecido que es una voz que no ha llegado a su techo ni mucho menos, con una agilidad en momentos prodigiosa, a pesar de algún agudo un tanto chillado.
Sobre las tablas, un espectáculo, vestimenta incluida. Llena el escenario.

Se presentó con sus ropas extravagantes, por decirlo de alguna manera y no herir susceptibilidades?

Sí. Y, de hecho, creo que la puesta en escena jugó un papel decisivo en el apoteósico éxito obtenido.

La crítica lo pone a caldo: La crítica lo pone a caldo: https://scherzo.es/madrid-samuel-marino ... l-cabaret/

Vaya por Dios, a este crítico de Scherzo no le gustan los sopranistas. Confío en que no se aproveche de su cargo oficial para perseguirlos por lo penal

Aunque el que escribe la crítica, pareciera que algo sabe del tema.

Con los contratenores, altos, falsetistas, sopranistas, boy soprano, etc., sucede algo: o se les acepta o se les odia.

No hay términos medios, lo que va de la mano con el repertorio que cantan.

Más no me canso de decirlo, esta es su época de auge en tiempos modernos.

Todos los días aparecen grabaciones de nuevos exponentes, en el género sacro, de cámara y la ópera.

Y exhuman constantemente obras, por lo que no tienen término de comparación.

Algunos dicen que son barítonos de ópera frustrados, que no tienen cabida en la misma, pues de hacerlo serían voces del montón.

O bien simplemente cantantes, que no tienen las facultades para afrontar el repertorio tradicional con sus voces impostadas y aquí han encontrado nicho.

Pero lo cierto, es que hay intérpretes muy respetables y serios.

Me gusta la crítica que ha traído a colación Fdelgado porque coincide, en su mayor parte, con lo que pienso y tengo medio pergeñado en una reseña que quería publicar aquí y que, por diversos motivos, aún no he podido terminar. Hay algunos puntos en los que no estoy de acuerdo pero, en términos generales, el recital me pareció muy flojo (y me quedo corto) desde el punto de vista musical. Desde luego, en las antípodas de lo que habría debido ser para merecer el enloquecido furor de aprobación que manifestó el público al final del mismo.

Ese "furor" debió originarse más en temas extramusicales y alguna "afinidad" personal del público asistente con esas manifestaciones en boga en la actualidad.

Sr. Rubini... esas "afinidades" con el cantante por parte del público enfervorizado, a las que usted alude... Sospecha usted que quienes abarrotábamos la sala: a) Somos venezolanos, b) Somos contratenores, c) Somos todos gay

Todo está en el terreno de las hipótesis o de la especulaciones.

Lo hago sobre la base del comentario de Alberich.

Ni Cencic, Sabata, Fagioli, ni en sus buenos tiempos Scholl, Mehta, Daniels o en la actualidad Iestyn Davies o Filippo Minneccia, pasan de lo promedio en la respuesta del público.

Quizás Orlinski, que apela también a elementos extramusicales.

Si nos vamos a la nacionalidad, Dudamel tiene mucho más éxito al otro lado del charco que por estos lares y no solo es porque se prodiga más allende, suponemos que por evidentes temas monetarios y tampoco creo que sea que vivan coterráneos más "cultos" en Europa, que vayan a mirar sus conciertos.

La presentación del sopranista venezolano Samuel Mariño en el ciclo "Universo Barroco" del CNDM fue, a la postre y para quien esto escribe, un ejemplo más de gallinismo clueco (ya saben que detesto la voz de los contratenores), pero esta vez personificado en un jovencísimo intérprete que, en mi opinión, supo meterse al respetable en el bolsillo no tanto por lo que ofreció desde el punto de vista vocal (o, al menos, no sólo), cuanto por su desparpajo, perspicacia y, sobre todo, habilidad para, a través de una cuidada puesta en escena, presentar un espectáculo inhabitual en el encorsetado y formalista contexto de la llamada "música culta", pero de los que tenemos numerosas muestras en el ámbito de la ligera (ahí están, por ejemplo, David Bowie, Prince, Boy George o Falete para demostrarlo). Lo cierto es que al final de la velada, y tras los acostumbrados bises, el público asistente --que, tras una primera sorpresa, ya había manifestado una clara simpatía por Mariño desde que hizo su primera aparición y sin haber abierto la boca-- se mostró como enloquecido; los teléfonos móviles (muchos teléfonos) se levantaron impúdicos y, desafiando la prohibición de ser usados dentro del recinto para grabar sonido y vídeo o sacar fotografías, empezaron a funcionar para dejar constancia imperecedera del momento vivido y tomar imágenes del divo (y, de refilón, imagino, del resto de intérpretes); una muy estimable cantidad de personas se puso en pie eufórica y no dejó de lanzar "bravos" y de aplaudir a Mariño como nunca antes he visto hacerlo a otros solistas participantes en estos ciclos de "Universo Barroco". Pero lo cierto, al menos así me lo pareció a mí, es que tampoco habíamos escuchado nada realmente tan cautivador, único y distinto como para levantar semejantes pasiones y tales parabienes; nada superior a lo presenciado otras veces sobre el mismo escenario (si exceptuamos, claro está, la llamativa puesta en escena ya señalada). Y para demostrar lo que digo, remito a la acertadas críticas que se han ido publicando estos días, reiterando que ni la parte estrictamente instrumental --debida al grupo Concerto de' Cavalieri-- fue como para tirar cohetes, ni la vocal tan apabullante como pudiera dar a entender el desmedido fervor del respetable. ¿Qué ocurrió entonces? Mi conclusión, ya lo he apuntado arriba, es que el curioso vestuario del sopranista, la calculada ambigüedad sexual con que Mariño se presentó al público --marca de la casa, al parecer, por lo que he podido ver en vídeos, entrevistas y artículos--, y lo disruptivo (y novedoso) de ambos elementos al presentarse en el entorno de un edificio de música clásica, jugaron, a mi entender, un papel decisivo en el "clamoroso" éxito que se vivió anoche en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid, con uno de los peores recitales que se han visto hasta el momento en el ciclo "Universo Barroco".

Las críticas en Sevilla a Samuel Mariño y el Concerto de' Cavalieri no han sido más benévolas: https://www.diariodesevilla.es/ocio/Marino-Vivaldo-Scarlatti-Caldara_0_1878414317.html

Me queda el consuelo de estar convencido de que Senesino y Farinelli no debieron parecerse en nada al venezolano.

¿Tal vez porque ellos estaban capados y el venezolano no?

En Codalario aún no suben una crónica. Será que se abstienen?

Aunque para ser sinceros, si lo meten en cintura y le ponen al lado a uno más experimentado, el resultado es muy bueno:

https://www.youtube.com/watch?v=n3TzdbJzvGo

Creo que su corresponsal madrileño, con gran pesar, no pudo asistir al evento. Dicen las malas lenguas que hizo Muti por UNELO.