Nada mejor para mi primer viaje del 2023 que regresar a mi querida Italia y si encima incluye volver a Florencia, la ciudad con más belleza por metro cuadrado del orbe, mejor que mejor.
-Viernes 10. Livorno, Teatro Goldoni.
Le maschere de Pietro Mascagni. Poco que añadir a lo expuesto por el amigo Pastoso. Deliciosa obra con una música plena de frescura y de la vena melódica de Mascagni, un genio abslutamente infravalorado que, de la manera más injusta, se le considera compositor de una sola ópera. Como ocurre en Bergamo, un placer comprobar cómo la ciudad se une en el apoyo al músico concittadino, ver tantos niños procedentes de colegios e institutos que vieron toda la ópera en absoluto silencio y cantaron la furlana en el fin de fiesta final. Me lo pase pipa como todo el público. Artistas jóvenes, pero entusiastas, aplicados en poner de relieve la calidad de esta ópera y la grandeza de su paisano. Viva Mascagni!
-Sábado 11. Florencia. Teatro del Maggio Musicale Forentino.
Doktor Faust de Ferruccio Busoni. Todo un operón que encarna la culminación de la carrera artística de Ferruccio Busoni, compositor y ser humano con doble identidad, italiana y alemana. Una obra de gran complejidad con una profunda estructura sinfónica impecablemente expuesta por Cornelius Meister en una labor clara, equlibrada, con progresión dramática y que obtuvo un magnífico sonido de la orquesta que alcanzó un gran nivel al igual que el coro, que es fundamental en esta monumental composición. Protagonista Dietrich Henschel, en claro declive, muy desgastado de timbre y limitado de presencia sonora, pero que, con indudable musicalidad, llega al final en un papel agotador y caracteriza de manera estimable a un personaje tan lleno de aristas. Muy flojo el tenor Daniel Brenna en el temible papel de Mefistofele, que pide un tenor de fuste, pero que debe enfrentarse a una escritura agudísima. La mejor vocalmente fue la soprano ucraniana -salió a saludar envuelta en la bandera de su país- Olga Beszmertna como Duquesa de Parma, que acreditó emisión franca, timbre sano y esmaltado y buen concepto de canto. La puesta en escena de Davide Livermore se apoya como siempre en vídeos y proyecciones de gran factura y disemina algunas ocurrencias, casi todas fallidas, además de la habitual torpeza en el movimiento escénico. Felicidades a los responsables del elemento multimedia, pero no al regista.
-Domingo 12, Florencia. Teatro del Maggio Musicale Forentino.
La Traviata de Giuseppe Verdi. Después de la cancelación de Nadine Serra, esta reposición de la producción de Livermore para il capolavoro verdiano se centraba en la presencia de dos leyendas. Plácido Domingo y Zubin Mehta. La persecución que ha sufrido el artista madrileño no impide que siga anunciándose en Europa, y en todo el Mundo, excepto USA, al contrario de lo que expresaba algún programa televisivo tan sectario como indocumentado. De cualquier forma, esta concurrencia de grandes veteranos se truncó por la cancelación a última hora por parte de Plácido Domingo "colpito di un forte raffreddore". Esto ocurrió a las 16.30 horas, tal y como anunció al público Alexander Pereira, por lo que se convocó al barítono mogol Amartuvshin Enkhbat que cogió un taxi desde Genova y llegó ya empezada la ópera. Afortunadamente, Giorgio Germont no sale en el primer acto. La presencia de la otra leyenda Zubin Mehta, a sus 86 años y después de diversas enfermedades, también resultó fallida. Muy mermado físicamente, le cuesta un mundo llegar al podio, me dio pena ver a un artista que siempre ha tenido un juego de brazos tan enérgico, apenas sin poder moverlos. Hubo bellezas y detalles, sí, especialmente los preludios de los actos primero y tercero, la orquesta sonó muy bien, pero los tempi fueron letárgicos hasta la irritación. Todo caído de tensión en La Traviata más larga que jamás he escuchado. Sin tensión teatral no hay ópera, y menos, Verdi.
Por fin escuché en vivo a Enkhbat que, lógicamente, pues no pudo ni vocalizar, comenzó frío, con la emisión dura, además de enfrentarse a unos tempi imposibles. Fue a más y cantó una estimable Di Provenza. Tiene legato y suena a barítono genuino, pero la emisión es muy gutural, apelotada, patata en la boca, que es un gran hándicap en ópera italiana. De todos modos, espero volver a verle em otras circunstancias. Aida Garifuillina es un prototipo de cantante actual, monísima, carina, entregada y con compromiso en escena, pero impesronal, insustancial. Vocalmente, el timbre es poco atractivo, el legato pobre, la coloratura de estar por casa y el agudo carece de squillo, de metal. Muy significativo, que una lírico ligera de centro débil y grave inexistente, no se vaya al sobreagudo optativo del final del primer acto. Meli, lo de siempre, centro abombado, obsesión por cantar cada vez más ancho y con más decibelios, fraseo vulgar y técnica precaria. Todo ello lleva a un calvario en las notas de paso y agudas, unas abiertas, otras apretadas, todas con portamento di sotto. El comienzo de la cabaletta "Oh mio rimorso" anunciaba el desastre que finalmente se produjo. Las notas se quebraron, la stecca apareció, ensalada de gallos, y el tenor devino mudo acabando el fragmento con las manos. Este es el tenor italiano "di riferimento" actualmente. Telita.
Livermore sitúa la trama en el París de Mayo del 68. No hay más que esa idea, ni se desarrolla, ni aporta nada, y vuelve a demostrarse, esta vez sin el auxilio de las proyecciones e imágenes, su poca pericia en el movimiento escénico (un horror la fiesta en casa de Flora).
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