Una noche grande, llena de emoción y de gran teatro gracias a la nueva producción firmada por Giancarlo del Monaco. Con gran inteligencia y con guiños al cine, Del Monaco traslada la acción de la Roma de 1800 a la 1943, de la ciudad ocupada por las tropas napolitanas, la Roma ocupada por los nazis ante el vacío del poder fascista. Angelotti es un judío huido de las prisiones alemanas y el pastorcillo del tercer acto es una judía (con estrella de David cosida al vestido) obligada al limpiar la sangre de los fusilamientos. Y, ante todo, sobresale el diseño minucioso del personaje de Scarpia, un comandante alemán frío y calculador, vicioso como el Hermann Göering al que tanto se parece la caracterización de Alberto Mastromarino y que va poco a poco acorralando a Tosca en su red de deseos psicopáticos. Para el recuerdo quedan momento como la entrada en una iglesia en reconstrucción y el final del primer acto, con Scarpia sentado mientras un oficial le enciende un cigarrillo. Lástima que la voz de Mastromarino, demasiado lírica, con claros problemas de proyección y con agudos áfonos, no ayudase a redondear una actuación que en lo teatral fue impecable. A la Tosca de Nicola Beller Carbone le vino a pasar algo similar: tiene problemas de colocación del mezzoforte para abajo y sólo le corre la voz en el forte, aunque aquí encontramos más belleza tímbrica que en caso del barítono; eso sí, como actriz fue intachable, especialmente en un segundo acto (el mejor de toda la producción) en el que entra maquillándose, como si nada pasase, para terminar bajándose la cremallera del vestido (negro azabache con pedrería, maravilloso como todo el vestuario de Jesús Ruiz), deslizar la combinación de raso blanco y descubrir un pecho para distraer a Scarpia y poder asesinarlo: un momento realmente fascinante. Pero el triunfador de la noche, junto a Del Monaco, fue Jorge de León. Asombra comprobar lo que ha mejorado este cantante en un par de años, cómo ha ido poco a poco domeñando un instrumento poderoso pero bravío y cómo es ahora capaz (aunque aún le falte ahondar en este terreno) de apianar y de frasear con delicadeza. Su "Recondita armonia" fue un portento de brillo, como lo fue su "Vittoria!", pero lo mejor estuvo en un tercer acto en el que la reggia lo obligaba a estar tirado todo el tiempo, inmóvil, en el suelo, pues se trataba de exponer la crueldad de las torturas nazis sobre un cuerpo destrozado, con todo los huesos rotos y las uñas arrancadas. Y desde esta incómoda posición pudo atacar la famosa aria con definición, detallismo y sentido del color vocal, llenando todo el auditorio con su voz poderosa. Cabe achacar a la dirección escénica el haber impuesto una iluminación demasiado oscura en este acto, que impide darse cuenta de algunos detalles de la caracterización del personaje, y el colocar todo el acto al tenor tirado en el suelo. A cambio, el final, con Tosca disparándose un tiro en la boca, es verdaderamente impactante. Rotundo e impactante, aunque algo cavernoso, el Angelotti de Alberto Feria, el único bajo de verdad que tenemos en España en la actualidad. Estupenda y versátil la escenografía de Daniel Bianco, sobre todo en el segundo y tercer acto. Gianluca Martinenghi abusó en exceso de las dinámica más fuertes y tapó muchas veces a las voces de Tosca (primer acto) y Scarpia (en el segundo), aunque en los momentos más sosegados supo hacer frasear con delicadeza a la Sinfónica de Tenerife. Esta producción girará en esta temporada por Valladolid, Pamplona, Jerez y Laussane, así que, si podeís, no os la perdáis.
_________________ Io non sono che un critico (Jago en "Otello")
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