¿Recuerdan el comienzo de la temporada del Real que ahora concluye, con el Bolshoi como invitados para un
Onegin que dejó bastante que desear?
Pues he llegado a una conclusión parecida con la representación de
Don Giovanni que presencié el pasado domingo 17 en Munich. Dentro de sus planes de expansión internacional por los primeros templos del arte lírico, he ahí al Teatro Chino de Manolita Chen en pleno como compañía invitada en la Bayerische Staatsoper. Y siento decir que no exagero ni un ápice, ni esto es una broma por mi parte. La representación de uno de mis títulos favoritos fue insalvable de todo punto, por no emplear calificativos peores. Vamos por partes.
–No podía creer que la maravillosa
orquesta de la noche anterior en
Ariadne fuese aquella especie de charanga que asesinó este Mozart ya desde la obertura, llevada a tres mil por hora, aunque sospecho que el mérito fue del batutero
Constantinos Carydis. De cualquier manera, los desajustes fueron constantes, y muy especialmente en el viento madera. Muy mal. Los recitativos fueron acompañados por
Fabio Cerroni al
fortepiano. Hasta ahí parece bien ¿verdad?, muy idiomático, muy en época y estilo. Pues podría haber sido con una zambomba y daría igual: recitativos mascullados, poco ó nada trabajados, ininteligibles por atropellados, feísimos. Una pena.
Si lo del foso era horrible, lo del escenario era todavía peor. Cuesta creerlo, pero es verdad.
–Enorme decepción con
Gerald Finley como protagonista. No podía asimilar el desastre que estaba presenciando. Finley tuvo muchos momentos malos a lo largo de la función, pero destacaría la preciosa serenata "Deh, vieni alla finestra" como el más conseguido, es decir, el peor de todos. Para colmo de ironías, el acompañamiento fue con mandolina, maravillosamente tocada. Sacar la conclusión de que lo único bueno en un DG fueron los dos minutos de mandolina, tiene narices
–Lo más salvable, dentro de las limitaciones, fue el Leporello de
Alex Esposito, que al menos tenía la chispa y el carácter requeridos para el personaje.
–Nada sutil el Comendador de
Philip Ens, con una desastrosa dicción, sobre todo en la escena de la estatua, confundiendo aterrorizar con dar gritos incontrolados. Muy del montón
Levente Mólnar como Masetto, así como la Zerlina corrientita de
Laura Tatulescu.
Y llega el trío estelar de la noche…
–Casi inaudible
Véronique Gens en una Donna Elvira del todo insípida. Fue mi otra gran decepción, pues esta cantante tiene una trayectoria en barroco y en Mozart. No me lo explico.
–Una Donna Anna como la perpetrada por
Erin Wall perjudica seriamente la salud. Voz del todo atrás, que no corría absolutamente nada, agudos estrangulados, agilidades inexistentes –recurría a retrasar y enlentecer a su antojo los pasajes de agilidad, secundada por el agitapalos y la orquesta–, línea de canto ausente. Una cantante de un nivel pobrísimo, incapaz de asumir un rol tan difícil. Más bien parecía una estudiante, y no demasiado talentosa. Inadmisible.
–Me había gustado el Flamand de
Joseph Kaiser en el
Capriccio retransmitido a los cines desde el Met en abril pasado. Su Don Ottavio debería estar castigado con la cárcel. Otro desastre absoluto: incapaz de apianar en "Dalla sua pace", con pepinazos al final de las frases, desafinando… De pesadilla.
La producción de
Stephan Kimmig era incoherente, absurda. Para no gustarme ni a mí, que soy muy poco tradicional en estos aspectos… Se desarrollaba en contenedores a dos niveles que se abrían como habitáculos. La fiesta del final del primer acto se desarrolla en un bar de hielo, la escena del cementerio se ambienta en un contenedor lleno de reses muertas y colgadas como en un matadero, y otras originalidades semejantes. No sigo, que todavía me enfado si lo recuerdo.
Resumen de una noche para olvidar: no había NADA a lo que agarrarse
excepto la mandolina , y es una desgracia salir del teatro con esa impresión. Allí nadie cantó Mozart, ni lo que sonaba era Mozart, ni lo que se veía tenía coherencia alguna. Todo un record difícil de batir, porque no es fácil asistir a una función de un nivel general tan bajo. Hasta tuve ganas de abuchear, con eso queda dicho todo. Qué pena.