Un fracaso más, en la nueva etapa artística del Teatro Real. Ya ya van...
Y otra oportunidad desperdiciada, por la puesta en escena, que tanto lleva y le gusta a Mortier. Una música en sí, fascinante, con momentos solistas, ya entre la frontera de lo tonal y lo atonal. Suntuosos coros, partitura deliciosa, pero reparto infame, orquesta discreta (aunque mejor que en otras ocasiones, eso es cierto) y puesta en escena chabacana e incoherente.
Horroroso el pastor de Will Hartman, voz pálida, de tenor secundario, de voz minúscula y raquítica. Le falta mucha pasta vocal, y esas subidas al agudo, afalsetadas o galleadas directamente.
La Roxane, de voz desagradable y estridente, aunque daba cosas arriba (lo poco que sonaba). Correcto el Edrisi e irregulares los comprimarios.
Marius Kwicien, lo mejor del reparto. Nunca me gustó su voz, pero reconozco que para lo que hay, pues está decente. El más audible, sobre todo en el grave, algo más apurado arriba, con afinación no siempre precisa,de voz mate y blanca, pero agradable a la escucha y personal.
Coro bien y la orquesta, decente (esa tan buena, que dice Mortier ), pero confundiendo siempre volumen, con saber tocar.
Mira que habré visto producciones horrorosas en mi vida, pero ninguna con intención de provocar tan gratuitamente, como esta. Yo no me voy a escandalizar, a estas alturas de la película, de ver una imagen de un tío desnudo, o un tío drogándose, pero para algunos, puede ser una ofensa. El libretto, no se correspone en nada, con la puesta en escena. Los momentos psicodélicos, hippies, etc...no figuran por ningín lado. Ni pintan nada, las cabezas de Micky Mouse, ni la piscina, ni los inflables de playa, ni nada.
Es la primera vez que oigo a los del patio de butacas, patalear, abuchear y gritar !fuera! al acabar la función.
Parece que esto va a ser el día a día del Real, a partir del año que viene. Conmigo, que no cuenten.
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