Al día siguiente del Comte Ory, asistí a mi primer Strauss en vivo, y eso que es uno de mis autores favoritos.
Capriccio está montado a la mayor gloria y honor de Renée Fleming, y sólo ella es capaz de sostenerlo en estos momentos.
La Condesa Madelaine es evidentemente el personaje alrededor del cual gira la obra. En mi opinión la Sra. Fleming demostró con creces su valía. La voz es maravillosa, fresca y cremosa en todo el rango vocal. Además cantó con fuerza cuando era necesario, y con pianíssimos cuando lo requería, con un control dinámico que yo sólo he oído a Dª Montserrat y Dª Edita. Su técnica es prodigiosa y eso hizo que todas las frases salieran con una aparente facilidad y naturalidad completa. Fleming es una especialista en Strauss, domina el estilo por completo. No abusa del portamento en Strauss como acostumbra a hacer en sus muy discutibles incursiones belcantistas. Todo esto hizo que acompañada por una orquesta y un señor a su cargo no menos impuesto, nos diera una escena final antológica. Esa escena final, la última escena Straussiana, ya la cantó la Sra. Fleming en la inauguración de Temporada hace dos o tres años. ES lo que justifica mayormente la reposición de esta obra y lo que el público espera. Y realmente logró ese momento de magia.
Los restantes personajes, son claramente acompañantes. Casi todos ellos estuvieron a la altura de sus papeles. Destacaría a un La Roche muy digno vocal y escénicamente de Peter Rose, y la nobleza del canto de Russell Braun (Olivier, el poeta). En la parte negativa, el Flamand de Joseph Kaiser, muy amanerado.
Los difíciles e ingratos papeles de los cantantes italianos, estuvieron muy bien interpretados a cargo de Olga makarina (en realidad la "cover" de Fleming) y Barry Banks.
Pero sobre todo hay que destacar la dirección orquestal de Andrew Davis. Concertó las difíciles escenas de conjunto, sirvió a los cantantes y extrajo el máximo de la partitura, sobre todo en la escena final. El sexteto de obertura, quedó bien, pero se pierde en un teatro tan grande como es el Met.
En la parte escénica, me pareció que estaba muy bien la dirección y actuación de los pèrsonajes, pero el espacio escénico era muy clasicote, a pesar de pasar la acción a 1930 con un vestuario lamentable. A la Clairon la vistieron de espantapájaros.
A pesar de todas las virtudes señaladas, la obra la tenemos muy poco oída. Esto, unido a la falta de acción y de resolución, hace que sólo un público muy aficionado a la ópera (que es el tema en sí de la propia obra) y a Strauss, entre en el argumento. El teatro no llenó, y muchos abandonaron la representación perdiéndose lo mejor. Ciertamente Capriccio es una "conversación en música" y el que espere una ópera convencional se queda fuera de juego. Se aplaudió mucho a la diva, pero el público quedó muy frío.
No quiero ni pensar en lo que hubiera sucedido si falla la Sra. Fleming o si en el foso hubiera algún agitapalos.
_________________ Prima la musica, poi le parole
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