Fantástica velada la del pasado martes, con una obra de semejante calibre y dónde estuvo mantenida en lo vocal, por la estratosférica prestación vocal de Roberto Alagna. El tenor enseguida te conquista con ese timbre hermosísimo y ese fraseo incisivo, espectacular. Nada más salir a cantar, sin casi calentar, dió dotes de gran cantante, con una voz además, de matices nobles. Sobresalió durante toda la función, manteniendo el nivel y sosteniéndola él solito. Dos días antes, me comentaban que estuvo bastante flojo, pero el martes se le notaba comodísimo, disfrutando, y nos hizo disfrutar al público también. Además, se permitió otorgar dos pepinazos arriba, lo cuál me sorprendió, pues la voz arriba se notaba fresca y brillante. Mucho mejor también, que como Don José en el Liceu.
El Méphistophélès estuvo cantado por Erwin Schrott. La voz en el grave es homogénea y rotunda, pero no es bajo. Además, el centro es seco, mórbido y apenas audible. La orquesta le tapó en varias ocasiones y arriba apenas tiene nada (en estas funciones, que en otras si tenía vozaca, pero siempre rozando lo grotesco), como se pudo demostrar en su aria principal, muy mal cantada, masticando cada sílaba, de manera gazmoña y con poses y actitudes siempre chulescas. Descamisado en escena y con una actuación escénica horrible, tanto por esas actitudes como por la puesta en escena.
Algo mejor, el Valentine de Adrian Eröd, con voz relevante, con buena proyección, aunque algo rudo en algunos pasajes. Lírica, lírica, la Marguerite de Alexandra Reinprecht, aunque intentaba ofrecer detalles en la media voz, regulando y apianando y sin problemas en las ornamentaciones, como buena mozartiana que es. Pero no llega arriba, aunque se fue creciendo a lo largo de la función.
Muy bien la Siébel de Sophie Marilley de voz bella, brillante y cantando con muchísimo gusto. Cumplieron tanto Adam Plachetka y Aura Twarowska como Wagner y Marthe respectivamente.
Fantástica la dirección orquestal de Alain Altinoglu, con fuerza, garra, tensión, sacando todo lo que pudo de la partitura de Gounod. La función siempre estuvo dramáticamente impecable de la mano del francés. Genial la labor del coro, sobre todo el masculino, empastado y brillante.
La puesta en escena de Nicolas Joël es sosa. Pocos elementos, apenas cuatro paneles blancos de fondo en una placa giratoria. Los cantantes, con trajes de marineros de primera comunión y unos barriles de navío por ahí. Solo salió algo de árboles en la escena de Faust y Marguerite y un órgano. La escena resta más a la obra de lo que aporta, pero no molesta demasiado.
Última edición por Arnold el 12 May 2011 11:02, editado 2 veces en total
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