Hace dos días tuvimos la suerte de ver y escuchar en Oviedo a dos de las figuras más destacadas del panorama actual de contratenores, dentro de la temporada de "Los Conciertos del Auditorio". En la sala grande del Auditorio Príncipe Felipe –con una acústica ingrata para las voces, cosa sabida–
Philippe Jaroussky y
Max Emanuel Cencic ofrecieron un exquisito programa de arias y duos de cámara de compositores italianos desde el último decenio del XVII hasta el primer cuarto del XVIII.
William Christie dirigió desde el clave y el órgano de cámara una formación muy reducida de Les Arts Florissants, con dos violines (
Hiro Kurosaki y
Catherine Girard), violoncello barroco (
Jonathan Cohen) y tiorba (
Elizabeth Kenny), idónea para la intimidad que demanda este repertorio, donde la voz es la reina absoluta.
Haber calificado de
exquisito el programa no era un exceso literario. La selección de arias y duos que pudimos escuchar era una absoluta primicia, en la línea de los últimos trabajos discográficos del contratenor francés con arias de Johann Christian Bach ó de Antonio Caldara: música relegada por el tiempo, olvidada y, sin embargo, maravillosa, que vuelve a la vida gracias al interés de un intérprete de la sensibilidad, técnica y capacidades de Jaroussky. Todo el recital del jueves estaba compuesto de obras desconocidas, que han permanecido manuscritas en bibliotecas de Italia, Londres, Viena, como me confirmaba el propio Jaroussky en camerinos. Obras nunca editadas y mucho menos grabadas, aunque este programa será recogido en un CD, afortunadamente, por Virgin Classics, sello para el que graban ambos contratenores. Ni que decir tiene que espero con ansia la salida de este disco
El recital de Oviedo se incluye en una breve
gira de cuatro conciertos, comenzada en Caen y que seguirá en Grenoble y Toulouse. Se estructuró en dos partes organizadas de la misma forma: dos duos, una cantata solista, una obra instrumental y un duo para concluir. Fue un bellísimo recorrido por el mundo de la cantata de cámara en torno a los comienzos del XVIII, con obras de
Agostino Steffani, Giovanni Bononcini, Nicola Porpora, Benedetto Marcello, Francesco Mancini, Francesco Bartolomeo Conti ó
Alessandro Scarlatti. Excepto Porpora, Marcello y Scarlatti, el resto de los nombres dirá poco ó nada a los oyentes actuales. Este concierto, y la grabación que le seguirá, lleva de nuevo a nuestros oídos aquella música que conmovió a las cortes de Hanover y Viena, a los círculos aristocráticos y a las academias literarias del momento, como la Arcadia de Roma, vinculada a varias cortes cardenalicias y a los mecenas artísticos más destacados de la urbe.
No es ningún secreto en esta foro mi predilección por Jaroussky, y se ha confirmado de nuevo. El contratenor francés es claramente superior a Cencic en medios y dominio. Sin embargo, Cencic lució ampliamente en este recital la belleza de su centro y sus graves; sus agudos son tirantes en ocasiones, llegando a resultar estridentes. Son dos voces distintas, dos colores distintos que empastan maravillosamente cuando suenan juntos. Me gustó mucho comprobarlo en los duos, y muy especialmente en el primer duo "Dunque voi cristalli erranti" de la larga cantata de Marcello
Chiaro e limpido fonte, que cerraba la primera parte: la belleza del sonido era verdaderamente irreal. Uno de esos momentos que pocas veces se vive, cuando el sonido de las voces parece detener el tiempo.
Otro de los puntos fuertes del recital fue la cantata de Conti
Quando veggo un usignolo, con un impresionante despliegue de virtuosismo en las imitaciones del ruiseñor y el diálogo ágil en las voces. Y es preciso destacar las intervenciones solistas de ambos cantantes: en la primera parte, Cencic estuvo realmente bien en la dificilísima cantata de Porpora
Ecco che il primo albore, y Jaroussky le dio una réplica magistral en la segunda parte con
Quanto mai saria più bello de Mancini.
Aunque el atractivo principal del concierto era la parte vocal, las piezas instrumentales fueron un contrapunto a la misma altura gracias a los componentes de Les Arts Florissants y la enérgica dirección de Christie. Destacó el primer violín Kurosaki en las dos sonatas a trío de Corelli de la segunda parte. Pocas veces se oye una articulación tan cuidada y un contraste de dinámicas tan bello, y era un placer seguir el movimiento de su arco. Un maravilloso violinista barroco. Si tengo que poner algo en el
debe, sería una mayor presencia y energía de la tiorba en el continuo, a veces algo desdibujada.
Y varios apuntes para concluir:
–Cencic no actuó en plenitud de facultades, aquejado de molestias diversas –a veces se le notaba corto de fiato– y sin embargo cantó como nunca le había oído, empleándose a fondo. Se nota que cuando quiere, puede, aunque sea con la salud en su contra. Su actuación fue muy diferente a la de
L'Incoronazione di Poppea que abrió aquí la temporada de ópera en septiembre, pues su Nerone brilló por su desinterés
. Parece que la presencia de Jaroussky fue un poderoso estímulo para hacer las cosas bien esta vez.
–El recital se cerró con dos fantásticas propinas, dos duos de Steffani y Scarlatti. Intentamos aplaudiendo frenéticamente que hubiese un tercero, pero nada…
–Amabilísimo como siempre Jaroussky en camerinos, atendiendo con paciencia y agrado a las personas que habían bajado a saludarle y pedirle un autógrafo. No soy del tipo "fan militante" que da la lata al artista tras la función, pero esta vez me llevé un CD (casualmente su recital dedicado a Carestini…
) para que me lo firmase
y le di otro par de besos. Le esperamos de nuevo por Oviedo, Monsieur Jaroussky. No tarde en volver,
s'il vous plaît