Qué raro que nadie haya abierto hilo todavía. Bartoli volvió a triunfar en el Real (y ya van nosecuántos años seguidos) con un fabuloso y exigente programa íntegramente de Händel, que también interpretó el día 11 en el Auditori de Barcelona.
De nuevo con Antonini y el magnífico Giardino Armonico (ya desde la Obertura de
Rinaldo con la que abrieron programa se hicieron patentes sus conocidas virtudes: exquisito juego dinámico y rítmico, muy buenos solistas -incluido Antonini-, y perfecto y delicado acompañamiento a la cantante), Bartoli desgranó 11 arias del caro sassone (creo que no tiene grabada ninguna de este programa) con sus habituales virtudes y defectos. Empezó, como marca su tradición, con un aria de furia (
Furie terribili de Rinaldo) con la voz muy atrás, también siguiendo la tradición, con una presencia claramente insuficiente para el Real y un velo constante en toda la tesitura, salvo quizás en el grave. Afortunadamente al calentar la voz fue ganando cuerpo y frescura, sobre todo en una segunda parte donde el centro sí alcanzó algo de punta y, sobre todo, presencia.
Acento siempre adecuado a la ocasión -desde la absoluta contención de
Scherza infida o
Ah mio cor, las dos cumbres de la noche; hasta la panfilia de
Felicissima quest'alma o la bravura de
Pugneran con noi le stelle-, un entusiasmo más contenido que en otras ocasiones, inagotable fiato y deslumbrante coloratura (estaba toda: sus típicas series glóticas vertiginosas; las escalas chiítas y, más raramente, algunos grupetos preciosamente ligados). Nunca termina de deshacerse de la apariencia heterodoxa de su voz, siempre contenida detrás del paladar, con un registro agudo crecientemente entubado pero eficaz. Pero es sin duda esa técnica
de la cajita la que le permite controlar el aire a placer, con messe di voce pulcras, sfumature bruscas pero marcadas, y un fiato impresionante que consigue dar la apariencia de canto legato. Lo mejor, como siempre, las magníficas dinámicas en las series de coloratura, tan raras de oir a ningún cantante, ni actual ni pasado.
Lo mejor, como decía, un
Scherza infida espectacular. De quedarse pegado en el asiento (es un decir, porque vi el recital de pie
). Casi nunca le he oído algo tan maravilloso. La tensión del da capo fue bestial, de lágrimas en los ojos. Cómo consiguió ligar la segunda parte con un da capo cantado desde un hilito inicial hasta una media voz apretada, muy bien vibrada, que hacía crecer poco a poco la tensión. Una experiencia bestial, subrayada por un acompañamiento orquestal emocionantísimo. En la misma clave las dos arias de Alcina. Magníficos descubrimientos para mí tanto el aria de
Amadigi, magníficamente orquestada, como la divertidísima de
Teseo. Un programón.
Fuera de programa, dos bises para la galería. Un
Da tempeste a tumba abierta, con un da capo de cortar la respiración. Es el aria perfecta para ver las virtudes y las carencias de su coloratura: perfecta afinación y precisión en los picados, magníficas las series cuando consigue mantener una posición baja y marcar las notas con los golpecitos de glotis, pero algo más torpe cuando tenía que ligar las notas en una tesitura más alta, donde se quedó un poquito atrás en algún momento. En todo caso, bestial. Y finalmente, la excepción del recital, el
Son qual nave de Broschi, tan solo el da capo, iniciado con la famosa nota mantenida circensemente durante más de veinte segundos. Prodigio castrado para acabar con una calurosa ovación que le hizo saludar dos veces más ya sin la orquesta en el escenario.
Sabor barroco, nervio, tensión, descubrimientos y el momentazo de la Scherza Infida. Puro Händel y pura Bartoli.