Siento haberos dejado debatir sin haber podido aportar uno de los –me parece pocos- testimonios de primera mano: el follón se montó en mis alrededores del paraíso, así que lo ví todo.
Desde que abrió la boca Angela Denoke, el micro producía una especie de doble sonido, llegaba al parecer de dos fuentes distintas (los altavoces del escenario y… ¿la amplificación de la sala, la voz directa?), casi –pero sólo casi- simultáneamente. Era como un ligerísimo eco que emborronaba claramente el sonido. Al terminar el “medley” de canciones de Marlene Dietrich empezó a haber alguna voz alta tratando de advertir del problema.
Pero entonces empezó a hablar Mortier, que había salido con ella y se había sentado en uno de los sillones que había en escena junto a una mesita con un cubo de champán… y al hablar por el micrófono de solapa, hasta paraíso llegó un murmullo indistinto e incomprensible. Ahí empezaron las voces de “no se oye”, “fuera el micrófono”, etc. Mortier debió entender que se objetaba al hecho de que simplemente hablara porque entre el farfulleo ininteligible se percibían comentarios del tipo “me parece importante… contexto… periodo de gran interés… Fritz Lang…” Lo cierto es que no se entendía absolutamente nada y las voces se convirtieron en gritos que, hasta donde percibí yo, no contenían en absoluto críticas a Mortier –ni menos a Denoke- y sí sólo advertían del problema de la amplificación.
Algo debieron entender desde abajo, a pesar de todo, porque Mortier empezó a hablar desde el micro de pié de la cantante y aunque seguía sonando aquél digamos eco, pues le dejaron contar su batallita. No me parece, francamente, que hubiera mucha protesta por el hecho de que dijera “los años mil nueve treinta” y errores así de ligeros y francamente excusables en un señor que el verano no hablaba una palabra de castellano. Que el contenido de su intervención se pudiera haber dado, como decía mi vecina, “en una hojita suplementaria a la hojita” (del programa, se entiende), pues es otra cuestión.
Pero a lo que voy es que esta intervención de Moriter fue tibiamente agradecida con cuatro aplausillos y volvió la Denoke a cantar, siempre con problemas de audición desde arriba, pero entre un silencio religioso. Y Mortier ya no volvió a hablar, aguantando en su sillón de escenario hasta el final de la primera parte y no apareciendo ya en la segunda. Segunda parte en la que los problemas de sonido estaban resueltos, se escuchó amplificado el recital y no volvió a haber un solo comentario.
Por eso decía que el público no fue, a mi juicio, en absoluto impresentable. Protestó justamente por un grave problema de sonido pero dejó hablar a Mortier (en cuanto se le pudo semiescuchar algo) y desde luego no interfirió ni en un compás de los momentos en que la artista cantó. Si de algo puede servir mi aportación esa fue mi experiencia.
Sobre el recital, pues estuvo bien aunque no “para escribir a casa”, que dicen los ingleses. La idea del programa era interesante. Denoke tiene voz de sobra para cantar sin micrófono aunque comprendo que cantar jazz a pelo es como heterodoxo (por más que sí sea posible). El grupo bueno (yo no diría extraordinario a pesar de que el batería y el saxo sobre todo se marcaron notables solos) y ella… pues fuera de estilo vocalmente. A ver si me explico. Me dio una impresión parecida a la del disco de jazz de Quasthoff: son ambos demasiado cantantes de ópera metidos en una harina que les puede resultar divertida pero les es estilísticamente ajena. El “Green Dolphin Street” de la Denoke, por ejemplo, me resultó particularmente frustrante: ni resistía la comparación con los de las grandes damas del jazz ni era una chispa personal. Las dos canciones de Weill notablemente mejor. La segunda parte, en todo caso, mucho mejor que la primera (reconozco que la bronca sin entender de qué iba la debió desconcertar no poco) hasta un "Peter" de Nelson y Hollaender en que por fin se sintió a gusto y lo transmitió. En fin, que no se me cae el mito Denoke a la que sigo apreciando y mucho como cantante, pero si me vuelve a caer en la mano la posibilidad de escucharle este recital suyo no lo repetiría, la verdad.
Dicho lo cual un último apunte. Coincido con quienes piensan que este ciclo de “grandes cantantes” este año está hecho con los píes o a mala fe. Como digo también que el recital de la Bouhassoun (bienvenido, Aletheia
) cada día me parece más apetecible: yo me pegaré dos horas de esa monodia encantado. Ya se sabe: “hay gente pa’ tó”.