Aquí van mis impresiones sobre la función de ayer de La Traviata (penúltima de la serie):
En los papeles secundarios Ekaterina Metlova hizo una interesante Flora, María Luisa Corbacho (Annina) siguió en la buena línea mostrada anteriormente, Javier Agulló fue un discreto Gastone y cumplieron adecuadamente Andrea Porta (Douphol), Abramo Rosalén (D’Obigny), Mika Kares (Dr. Grenvil), Manuel Beltrán Gil (Giuseppe), Jaehwan Geong (Criado de Flora, quizá el cometido más breve de toda la Ópera en general, ya que se limita a cantar “La cena é pronta”), y Boro Giner (Mensajero). Creo de justicia nombrarlos a todos, ya que La Traviata es una ópera con un protagonismo muy acusado del terceto principal, pero en la que los personajes secundarios tienen intervenciones muchas veces importantes y decisivas en el desarrollo argumental.
Gabriele Viviani (Giorgio Germont) tiene una hermosa voz de barítono lírico que maneja con buen estilo y frasea con elocuencia. Hizo un buen segundo acto, con una notable versión de “Di Provenza” y de la tantas veces suprimida cabaletta “No, non udrai rimproveri”, que yo conocía solamente por discos, ya que nunca la había escuchado en directo, a pesar de haber visto unas cuantas Traviatas.
Francesco Demuro (Alfredo) no me gustó: Antes de la función estuve buscando algo suyo en el Youtube y me encontré con una versión nada menos que de O inferno! de Simón Boccanegra …cantado con una voz de lírico ligero. Su Alfredo de ayer no hizo sino corroborar en directo esta primera impresión. La voz es pequeña y no demasiado timbrada. Además, bien sea por tener la voz fría o por acusar los nervios iniciales, comenzó muy mal, con un raquítico “Brindis” seguido de un duo con Violetta en el que cantó “a empujones” sin el menor sentido del legato. Después mejoró. En su honor hay que decir que dio bastante bien el agudo en la intervención interna del “Sempre líbera” (¿Alguien más lo da ahora?) y en “Laveró”. Destaco esto porque a mí me gustan los agudos. Cada uno tiene sus manías. Además, hizo unas bonitas medias voces en “Ah si che feci” y en “Parigi o cara”. En conjunto queda la impresión de que el papel de Alfredo, que es eminentemente lírico aunque tiene “arranques”, es demasiado para él.
En el papel de Violetta estaban anunciadas inicialmente dos sopranos pertenecientes a la Ópera de Riga (que tuvo por director a un tal Richard Wagner). Misteriosamente ambas se cayeron del cartel y fueron sustituídas por la rusa Hibla Gerzmaba. Es un tópico repetido hasta la saciedad que La Traviata necesita una soprano distinta para cada acto. La Gerzmaba cantó un aceptable primer acto, incluido el sobreagudo final, con el detalle positivo de diferenciar las dos estrofas del “Sempre libera”, a diferencia de tantas sopranos que se limitan a cantar dos veces lo mismo. No me gustó demasiado en la escena con Germont, ya que frases como “Non sapete” o “Dite a la giovine” fueron dichas sin particular emoción. Más tarde hizo un “Ámami Alfredo” bastante soso. Mejoró en la fiesta de Flora, y me gustó bastante en el tercer acto, en el que estuvo muy creíble, con un buen “Addio del passato” y un patético “Gran Dio morir si giovine”. La voz es simplemente buena y la maneja con habilidad.
La producción tuvo la suprema virtud de ajustarse a la acción sin hacer cosas raras y utilizando unos medios mínimos: Los “decorados”, por llamarles de alguna manera, se extendían en el suelo y se reflejaban en un gran espejo. Dicho así, no parece demasiado atractivo, pero los efectos conseguidos fueron óptimos, sobre todo en la fiesta de Flora, que resultó espectacular, ayudada por un colorista vestuario. Sólo un pero: la manía de obligar a los intérpretes a tumbarse o sentarse en el suelo. Ya está bien, ya vale, ya lo hemos visto mil veces ¿Para qué están las sillas, los sofás, las camas?
La primera versión discográfica que uno compra suele marcarle en relación a una determinada ópera, ya que la escucha muchas veces y se le queda grabada (No sé si le ocurrirá a todo el mundo, pero a mí me pasa). En mi caso, mi primera Traviata fue la de Lorengar y Aragall con Maazel a la batuta. El Maazel de anoche tuvo detalles que recordaron al de aquella versión, como la resolución del “O mio rimorso”, y fue en conjunto más lento que entonces pero no mucho más, o sea que aquí no caben las polémicas suscitadas por sus discutidos tempi en Cavalleria. Si hubiera que resumir la impresión que me causó con una sola palabra, yo diría que la suya fue una dirección “elegante” y de gran clase. A destacar el espectacular final, marca de la casa, buscando (y consiguiendo) el aplauso totalmente justo del público. Supongo que fue en aras a la espectacularidad sinfónica que suprimió las frases finales de los dos Germont después de la muerte de Violetta. Bravo de nuevo por el Maestro.
Uno se cansa de repetir siempre lo mismo, pero lo del Coro y la Orquesta de Les Arts es increíble, ya que han llegado a un nivel de excelencia que no decae nunca sea cual sea la época y el estilo de la obra que interpreten., ayudados en esta ocasión por unos eficaces bailarines.