Pues soy del grupo de los que salen encantados de esta ópera. Música de altísima calidad que sólo por si misma valdría la pena conocerse, pero es que le acompaña el libreto más sensual y hedonista de Da Ponte que yo conozca. Rico, ocurrente, perféctamente pintado para con los distintos personajes rurales y "divinos"; contrastado en sus distintos estados de ánimo, y con la típica dualidad de lo "bufo-serio" mezclada y aliñada con la aficacia de un Maestro. Maravilloso.
La música es directa, espontánea, melodiosamente "mediterranea" en su vertiente más estrófica; el aquí profuso cánon es empleado con una limpieza deliciosa, y su melodismo se adapta como un guante a los distintos y variados personajes. El ritmo está tratado con una riqueza apabullante: contrastado, contrapeado con continuos contratiempos y cambios métricos y rítmicos de la mejor factura. Para los personajes más pastoriles abunda en el empleo de ritmos ternarios (en especial el "siciliano" seis por ocho) que confieren a estos -en especial a Doristo- de una directa rusticidad que marca endefectíblemente al personaje. Asociado además con las trompas, y marcado y repiqueteado con la "terrenal" acentuación regular e insistente propia de la corchea. En cambio -y para ir a su más directo contraste- para Diana la métrica se alarga, se extiende; se desarrolla y se vuelve sinuosa, sorprendente; cambiante y dudosa como el mismísimo personaje pide.
Hay momentos magníficos y para no extenderme voy a citar sólo tres. El fabuloso "finale" del primer acto, construido como el mecanismo de un reloj, y lo más admirable: dirigido todo él hasta el momento cúlmen de la acción de toda la ópera que es cuando Diana es alcanzada por el dardo. Es maravilloso escuchar como el compositor paraliza la música en la linea del "Perdono" de la Condesa en "Le Nozze" después de ir acumulando tensión y tensión a base de abigarramiento y vertiginosidad rítmica y acumulación de personajes. La música se frena, las corcheas se "ahuecan" para vaciar el compás, y la linea melódica dubita en paladeados intervalos de segunda provocando un afecto mágico e hipnótico digno de escuchar.
Como admirable es el comienzo del segundo "finale", donde Martín y Soler describe con una insólita audacia el inesperado momento después del falso Oráculo con una acumulación de intervalos "disonantes" (sobretodo de segunda) sobre el que contruye el final a base de ir clarificando poco a poco al colocar "columnas" interválicas más consonantes y tonalidades cada vez más limpias, solares y refulgentes. Una pasada.
Y qué me dicen de la perfecta disociación de estados de anímo en el recitativo accompagnato previo al Rondo del segundo acto de Diana... en la linea del "In Qualli Eccessi" de la Donna Elvira del Don Giovanni. Marcando a la perfección con pertinente ayuda de los comentarios orquestales (ese diseño en corcheas de los violines!!!) la duda y contradicción anímica en un puñado de compases. Bravo!!!
La puesta en escena estupeeeeenda: ágil y dinámica, luminosa, simpática y divertida en su punto justo, curradísima en la dirección de actores, y con una iluminación de 10. Qué más quieren!!! ¿unos cantantes soberbios? eso siempre es difícil de escuchar.