Ayer fui a la segunda función del Trionfo en el Teatro Real y me gustaría haceros unos comentarios express
Para empezar, la obra es maravillosa. Un oratorio de juventud de Haendel en el que el autor volcó todas sus virtudes (ya muchas a pesar de tener mi edad por entonces), aprovechando además la excepcional orquesta con la que pudo contar en una Roma en la que la ópera estaba prohibida por orden papal, pero donde no faltaban mecenas que alentaran la producción musical. La música es maravillosa, y de los más 30 números independientes, hay una decena larga de altísima calidad (el endiablado Un pensiero..., el precioso y celebérrimo Lascia la spina -luego utilizado en Almira y en Rinaldo-, el maravilloso cuarteto Voglio tempo, etc., etc.). Numerosos acompañamientos de instrumento solista (incluso una pieza para órgano!) y un inteligente juego de ritmos y densidades orquestales completan una obra maravillosa.
<p align="center"><img src="http://www.teatro-real.es/resources/galer%EDas/temporada%2008-09/il%20trionfo%20del%20tempo%20e%20del%20disinganno/descargas/il%20trionfo%200511.jpg" height="400"></p>
Ayer en el Real hubo dos claros triunfadores. Por un lado la excepcional dirección de
McCreesh, que consiguió que la orquesta del Real pareciera por momentos Il complesso barroco (si no fuera porque alguna metedura de pata nos recordara que no
). Riqueza dinámica y ritmos trepidantes combinados con momentos de máxima intimidad y elegancia. Un lujo.
El otro gran triunfo el de
Vivica Genaux. Su actuación fue
colosal. Aún tengo cortado el aliento cuando al oir los acordes iniciales del Pensiero nemico... apareció corriendo del fondo del escenario (yo esperaba que lo cantara Isabel Rey, pues es un aria de la Belleza). La voz me pareció de volumen y presencia adecuados, y mucho más homogénea de lo que acostumbra (apenas hubo graves de pecho, que no son lo mejor de su voz...). Coloratura precisa y perfecta, con capacidad dinámica, aunque en las agilidades rápidas pierde algo de volumen. No anduvo especialmente sobrada de fiato, pero lo suyo fue una lección de canto barroco y de interpretación. Como siempre, enorme atención a las palabras y los acentos. Es increíble oir cantar a alguien así. Cada nueva frase es un detalle, siempre hay lugar para la sorpresa, frases atacadas en piano, acentos imaginativos (tanto como las variaciones en los da capo) y una seguridad técnica impresionante. Sin duda la gran protagonista de la noche, junto con el gran McCreesh.
El pequeño desengaño lo protagonizó
Mijanovic, el gran mito del foro
Una voz modesta pero interesante, y un físico super atractivo, muy andrógino (un perfecto desengaño), no permitieron suplir sus carencias. La voz corre bien en el centro-agudo, pero pierde demasiado cuerpo en el centro-grave para ser una "contralto", que no lo es. Había momentos en los que era difícil oirle en el grave, a pesar de no ser una voz pequeña. Correcta y en estilo, pero esperaba algo más.
En medio, los otros dos protagonistas. El tenor
Steve Davislim, que hacía su debut en el Real, como Marijana, con una voz bonita en el centro, corta por arriba, con agudos blanquecinos y coloratura discretísima para las exigencias del papel. Bien.
Isabel Rey, por su parte, superó un comienzo que hacía temer lo peor, para después cantar muy bien su parte en el cuarteto (la parte más aguda del papel, creo) y cerrar la representación con la bella (aunque monótona) aria final, cantada en una muy bien proyectada media voz. Sin embargo, a pesar de aprobar con corrección el apartado técnico (aunque la coloratura no es espectacular), creo que se queda a varios pasos de estar a la altura del papel, que es el protagonista oficial del oratorio. Le faltó carácter e imaginación en el fraseo, aunque ello no evitó algunos momentos verdaderamente intensos.
La producción, de la ópera de Zúrich, firmada por Jürgen
Flimm y con escenografía de Erich
Wonder es realmente convincente. Consigue dar acción a un estático oratorio, ambientando las etéreas reflexiones del libreto de Pamphili (que no es gran cosa, pero que tiene algunas imágenes literarias preciosas), en un café nocturno del París de los años 20. La puesta sabe mantenerse con gusto en el límite entre dar características reales a los personajes y mantener sus rasgos alegóricos, entre dar algunos toques circunstanciales y respetar la atemporalidad de la obra. Realmente funciona genial. Algún detalle es, al menos, discutible (como el de hacer tomar los hábitos a Belleza en el final de la obra), pero no gratuito.
Así que maravillosa noche en el Real. Me estoy preocupando, porque disfruté mucho más anoche con el Trionfo que hace un par de semanas con el Ballo.
Perdonad que no comente más detalles, tengo alguna cosa que apunté por ahí, pero ahora estoy en la Facultad. Espero que por lo menos os sirva para animaros a ir a verlo con más ganas aún.