Estuve ayer en La Scala viendo La Forza del destino. Subrayo, presente en la Sala del Piermarini, no por radio, no streaming, no Youtube, tampoco transmisión especial de Netflix, HBO o Los teleñecos.
He disfrutado de la función, especialmente por Chailly y Netrebko, pero todos los cantantes han tenido un nivel aceptable como corresponde a una apertura de temporada del templo Scaligero. Luciano Ganci ha sustituido a Brian Jagde, que ha volado con urgencia a USA por el nacimiento de su primer hijo. Ganci no es peor que él ni mucho menos. Más idiomático, menos rudo, timbre grato y homogéneo, emisión canónica. Aunque el fraseo debe pulirse y no presenta especial fantasía, es capaz de cantar piano y con gusto. A Vinogradov le falta pasta, densidad y rotundidad de bajo, pero tiene volumen y extensión. Protagonizó junto a Netrebko uno de los momentos de mayor temperatura teatral. Tézier, con algunos problemillas en su escena, pero bien, fiel a sí mismo, correcto, genérico como intérprete, canta igual Rigoletto, que Don Carlo di Vargas, Yago o Barnaba. Tiene escasa competencia en su cuerda hoy día. Vasilisa, a la que modestamente, "descubrí" en un Festival de Pesaro y así lo destaqué, ha demostrado que Verdi no es Rossini. Su voz híbrida más de soprano que de Mezzo, ha penado en los graves, forzados y desguarnecidos y su proyección limitada. Un amigo me ha dicho que en el loggione costaba escucharla. Eso sí, canta con mucha clase. Difícil escuchar una Preziosilla tan bien cantada, pero las carencias apuntadas están ahí. A ver, paso al tema Netrebko. Uno es consciente que ser la diva de los últimos años conlleva odios y animadversiones y eso un madridista como yo, lo tiene totalmente asumido. Pero, mientras me llegan noticias desde Barcelona de una Yoncheva destrozada, lo cual se veía venir, la Sra. Netrebko, con sus cosas, después de más de 30 años de carrera se mantiene. Y eso que ha abombado y oscurecido el centro, lo que suele ser pasaporte para el ocaso, pero pasan los años y ahí está, se mantienen los agudos, algunos calantes bien es verdad, y la capacidad para filar, mientras el timbre se mantiene aún sano, bello, singular, caudaloso, voluptuoso en centro y grave.El vibrato se va controlando según avanza la función, pero no desaparece. Su carisma, intensidad dramática y dominio de la escena, totales. Además, Chailly, en su enésima apertura de temporada Scaligera juntos, la exige a dar lo mejor, como en esa final come scritto del Pace, pace mio Dio. Qué hace años sería una más, cierto, pero en la edad de hojalata del canto, la diva ha sido, es y sigue siendo ella. Que me presenten quién haga una Leonora de Vargas mejor y más completa.
La dirección de Chailly me ha parecido magnífica, por organización, calidad de sonido, claridad expositiva, diferenciación de planos orquestales, sentido narrativo y contrastes. Espléndidos los cuerpos estables imbatibles en Verdi. Tremendo el coro, capaz de un sonido y empaste apabullantes y también una admirable flexibilidad. Cómo ha sido el ataque en pianissimo a "La vergine Angeli"...
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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