Mucho se habla de muchas cosas, y yo, por no ser menos, voy a hablar de las mías.
Voy a empezar haciendo spoiler, por lo que si Bayista o Rafael Villalobos, o los dos, me leen, yo si fuera él, o ellos, dejaría de leer, ya que no voy a hablar bien. Es más, puede que hasta hable mal.
Dejemos a un lado el Koncept, al que volveré luego, y analicemos sólo de la parte técnica:
-Deficiente iluminación, oscura, sin juegos, sin efectos, sin implicación alguna en la trama ni en la música. -Escenografía floja, floja. Lo mil veces visto: el coche, la antena, el edificio destruido, las televisiones. Nada nuevo, nada sorprendente. Nada. -Inexistente dirección de actores. Salvo Marina, todos cantaban sin mirarse, sin relación alguna con la música, sin relación alguna con el texto. Eso sí, casi siempre mirando al público al borde del escenario, al menos las voces salían favorecidas. Si, las voces, eso que no tiene ninguna importancia. Es casi una versión concierto con vestuario y cosas alrededor. -Vestuario flojo y previsible. Decepción de Caprile.
En general, casposa. Sólo faltaron nazis, maletas y gabardinas.
Vamos al concepto. Es previsible, superficial, anticuado y pretencioso. Mete con calzador todos y cada uno de los preceptos de la nueva religión, salvo lo de la carne roja, que se le ha olvidado. Saca la lista woke e intenta no dejarse ningún punto del catecismo. Genuflexión ante la política imperante, la subvención y la paguita. La parte provocadora, inconformista no existe.
Además, si uno no lee las pajas mentales de Villalobos, que las detalla en el programa de mano digital, con una serie de afirmaciones falsas, contradictorias y pretenciosas, a la vez que esnobistas, no entiende nada. Ni entiende que haya racismo, ni disforia de género, ni Reagan, ni la FOX, ni los ballrooms, ni nada. La lectura de este programa de mano, obligatoria si se quiere saber lo que en el escenario sucede, provoca la sonrisa por lo absurdo, pretencioso y caduco. Estas ideas ya las planteó Almodovar hace 30 años (que también se ha quedado viejuno, repitiéndose) y están más que superadas. Nada sorprende, todo cansa.
Además, la calidad de la producción es ínfima. Que se pase por Madrid para ver los Maestros de Pelly.
Yo, si fuera él, le daría una vuelta antes de llevarla a Berlín, porque la propuesta es un truño.
Vamos a lo que a mí me importa, porque, aunque lo intenten, no pueden con Verdi. Obra maestra absoluta. Ni caduca, ni rancia ni leches y con una música excelsa.
La orquesta me gustó. Antonino Fogliani le dio caña, y la orquesta de mi pueblo necesita poco para brillar. A veces pecó de exceso, pero, que quieren que les diga, a mí, de tanto en tanto, me gusta.
El coro excelente, como siempre. Y esta vez de Caprile.
En cuanto a las voces, las damas por encima de los caballeros, como debe de ser.
Anna Pirozzi, sigue teniendo un cañón de voz por arriba y es un seguro de vida cuando de una soprano lírica verdiana se trata. Fraseo, legato, y buena línea de canto. ¿Qué es un poco fría en la interpretación? Vale. Tampoco Rafael le ayudó con una dirección de actores plúmbea.
Marina Monzó, fue como es ella, guapa, pizpireta y con una facilidad espasmosa. Bien en la entonación y las agilidades (se nota su paso por Pésaro), corta de volumen (aunque va mejorando) y larga de intención. La mejor intérprete, de lejos, y el personaje más trabajado por Villalobos. Gran presencia escénica.
Agnieszka Rehlis fuera de papel. Le falta la fiereza y el dramatismo que Ulrica requiere y aquí, la chorrada incomprensible de Villalobos sobre el racismo, le perjudicó notablemente, haciendo un papel no creíble por lo no entendible.
Francesco Meli a mí no me gusta. A gran parte del público y la crítica, sí. Yo tuve que discutir en el entreacto con un amigo que decía que era el mejor. Italianitá y fraseo tiene, al igual que oficio, pero hace más trampas que uno que yo me sé, pero no se puede decir, porque no se puede hablar de política. Y su timbre no me gusta, lo veo agrio, abierto y justito en los agudos.
Franco Vasallo siempre me ha parecido un ladrador, sobre todo desde que me estropeó una Lucrezia Borgia con la Gruberova en Múnich. Tosco, bruto, poco elegante, con todo en forte y buscando el aplauso fácil alargando innecesariamente agudos en forte.
Quiero finalizar recordando a José Luis, quien siempre quiso que trajeran el Ballo a Valencia, y no pudo verlo.
No te preocupes, amigo, que no te hubiera gustado. A este, por la regia, le hubieras puesto un suspenso.
¡Viva Verdi!
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